Iván
Prado Sejas – Escritor y Psicólogo
Uno de
los trampolines para dar un salto en el campo literario es el concurso literario
(local, nacional o internacional) que otorga premios y posibilita la
publicación y difusión de obras (novelas, cuentos y poemarios). Existen n cantidad
de certámenes literarios en el mundo, y en Bolivia algunos pocos (muy pocos se
podría decir, teniendo como referencia a España donde salen publicados más de
mil concursos literarios al año). Los premios otorgados movilizan a los
escritores, tanto noveles, de mediano recorrido y a los consagrados.
El
ganar un premio en Bolivia, significa para el escritor (ya sea novel o de mediano recorrido), una especie de
“confirmación” que le da sello de que es un buen escritor. Esto siempre y
cuando la organización del concurso literario haya estado dentro lo normal y el
jurado esté compuesto por personalidades reconocidas dentro de la literatura.
Los escritores noveles y de mediano recorrido que se benefician con el galardón,
tienen abierto una senda que les puede conducir al éxito como escritores
(siempre y cuando persistan con la escritura). Por cierto, en otros países,
recibir premios de competencias literarias puede no significar nada, y en
función de esta realidad, muchos de los grandes escritores jamás participaron
en concursos literarios. Y también, hay
casos paradójicos de personas que recibieron
premios literarios, pero que jamás llegaron ser escritores consagrados. Asimismo, en la realidad boliviana, puede suceder que alguna obra gane un premio literario, pero no
necesariamente significa que esa obra sea buena, puesto que se suceden una
serie de cosas extrañas en el recojo y registro, en la lectura y evaluación, y
en la selección misma de la obra “ganadora”.
Personalmente,
en mi calidad de escritor, parto de la “premisa” que si una obra no es premiada en un concurso literario,
significa que no reúne las condiciones para ser galardonada, entonces, esto
involucra que se debe aceptar el resultado. Esto pienso en primera instancia
(de buena fe) y a partir del resultado, lo que queda al perdedor es prepararse
para después y mejorar cada día más, para otro concurso (si es que desea
presentarse a otro concurso literario). Sin embargo, a partir de la opinión y
de la información recogida de escritores que han concursado, de personas que han
fungido de jurados literarios y de una breve investigación que mi persona ha
realizado, puedo también señalar varias situaciones para que un escritor concursante
no sea ganador de un premio literario. Un escritor puede no ganar un certamen
literario, porque:
1) Su obra no reúne la calidad
suficiente para ser premiada. El jurado ha estado compuesto por personajes
importantes en el ámbito literario, con criterio técnico y estético. La editorial respeta el criterio del jurado,
y publica, promociona y vende la obra ganadora; además se beneficia
económicamente. Entonces, lo que le queda por hacer al concursante no premiado
es aceptar el resultado y que eso le sirva de acicate para mejorar.
2) Ya se sabe con anticipación qué
obra será la premiada. Poco importa, la calidad de la obra seleccionada como
ganadora, y tampoco interesa la frustración de los escritores perdedores. Esta
situación puede tener sus peculiaridades: a) La editorial decide qué obra va
ganar en función del mercado y de las utilidades económicas que desea obtener
con la venta de la obra, y por esto coloca a empleados o dueños de la empresa,
como jurados, o; b) Existen logias de escritores que hacen de jurados, y
que favorecen directamente a los
miembros de la logia, o también se puede dar posturas localistas de escritores
que favorecen al escritor del lugar, o; c) Algún miembro o varios miembros del jurado defienden a capa y espada a algún escritor
que es conocido (amigo o pariente), que
se presentó al concurso, y que lo identifican por el estilo o porque ya saben de
antemano de quien se trata, o; d) Habiendo abierto el sobre del ganador, el
jurado (influido por alguno o algunos) decide anular la obra ganadora (y la
reemplazan por otra) porque: el escritor identificado es enemigo, es de otra
región, es un autor que ya recibió premios, es de una tendencia política
opuesta, es un pensador independiente, es “octogenario” o es demasiado joven, o;
e) Tendencia sexista o racista de parte del jurado. En algunos lugares, todavía
el jurado menosprecia el trabajo de
escritoras por ser mujeres y da preferencia al trabajo de varones. Y también se da el caso de jurados que
rechazan las obras de escritores indígenas o con ascendencia indígena. Los textos
de los escritores que apellidan Condori, Mamani, Huanca, Sumami, Charupa, etc., no son aceptados. Alguien preguntará: ¿Y para evitar todo eso,
no se usan seudónimos? La respuesta es simple; se abren los sobres de los concursantes
con la debida anticipación o los postulantes a “ganador” avisan a sus padrinos
sobre el seudónimo que están usando.
3) Su obra es calificada sin
criterio técnico o estético, puesto que el jurado está compuesto por gente que
no tiene la preparación suficiente. Entonces, se premia cualquier obra, sin
importar la calidad literaria.
4) Su obra no es leída, puesto que
se presentaron cientos y cientos de concursantes. Los organizadores desechan o
mantienen las obras con criterios cuantitativos (por el exceso en el número de
obras presentadas), o sea, dejan de lado obras por procesos nada literarios. La
selección es al azar. El que tiene “suerte” podrá tener a su obra como elegida para ser leída y
calificada por el jurado.
5) El concurso era internacional o
nacional, pero en la selección de obras a ser leídas y calificadas, los
organizadores o el jurado sólo da prioridad a las obras de autores nacionales o
locales, respectivamente; entonces, su obra es desechada.
6) Muchas veces, a las competencias
se presentan escritores consagrados y acaparan los premios. En Bolivia, son tan
pocos los concursos literarios que se realizan que los premios sólo caben para
pocos literatos; entonces, si se presentan a los mismos los buenos, es probable que ganen y dejen de lado a los
noveles autores o con cierta
trayectoria. También ocurre que la escritura no rinde rédito a ningún escritor,
o sea que ningún autor boliviano que sólo edita libros en Bolivia, vive de la literatura;
entonces, algunos escritores, de trayectoria, se presentan a los certámenes por
el estimulo económico, por eso, algunos ya van por el segundo, tercer o cuartos
premios ganados. Acá no hay nada que
hacer, ni siquiera ponerse a llorar, puesto que los consagrados tienen también
derecho a presentarse a los concursos, si es que no hay nada al respecto en la
convocatoria. Y si esto se mantiene así, los escritores noveles o de mediana
trayectoria están liquidados en los certámenes literarios, o sea, quedan eliminados
antes que se lean y califiquen sus obras.
Entonces,
son varias las causas que generan que los escritores ganen o pierdan en los certámenes.
Si los concursos son bien conducidos, entonces, para el escritor presentar su
obra a una competencia literaria es todo un desafío (sobre todo para los
noveles y de mediana trayectoria), y puede significar mucho el ganar. Si gana,
su obra es valorada y sale a la luz pública como un aporte a la cultura
nacional. Para los consagrados que se
presentan después de mucho tiempo a un concurso y ganan, seguramente el ganar
involucra una cierta renovación. En
todos los casos, la obra ganadora es
publicada y el lector disfruta de su lectura. Las editoriales se benefician
también económicamente.
Si el
escritor gana en un concurso mal llevado, entonces, existe la duda sobre la
calidad de su obra. Aunque la editorial publique el libro, se sabe que es
simplemente una producción para rendir utilidad económica o es fruto de un
“chanchullo”, y la misma no es un aporte a la cultura del país. Para el
escritor perdedor que no se entera de los manejos inadecuados, seguramente el
concurso será uno más en su vida. Para el escritor perdedor que se entera de las
artimañas, la frustración, la rabia, la
tristeza y la impotencia son sentimientos que emergen en un país donde todo
puede ocurrir. Entonces, hay concursos y
“concursos”. Y uno llega siempre a saber
lo que sucedió.