LAS AMAN ZONTKS

Las amazonas fueron míticas mujeres que conformaron sociedades matriarcales durante periodos prolongados en distintas partes del mundo. Hoy, "amazonas" son aquellas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y por una mejor sociedad.

lunes, 29 de julio de 2013

El Papa de la libertad de espíritu y de la razón cordial

Leonardo Boff
Fuente: Adital

Una de las mayores conquistas de la persona humana en su proceso de individuación es la libertad de espíritu. La libertad de espíritu es la capacidad de ser doblemente libre: libre de los mandamientos, normas, estándares y protocolos que fueron inventados por la sociedad y las instituciones para uniformar comportamientos y moldear personalidades según tales determinaciones. Y fundamentalmente significa ser libre para ser auténtico, pensar con su propia cabeza y actuar de acuerdo a su norma interior, madurada a lo largo de toda la vida, en resistencia y tensión con esos mandatos.

Y esta es una lucha titánica, pues todos nacemos dentro de ciertas determinaciones que son independientes de nuestra voluntad, sea en la familia, en la escuela, en el círculo de amigos, en la religión y en la cultura que dan forma a nuestros hábitos. Todos estos elementos actúan como superyós que pueden ser limitantes y en algunos casos hasta castradores. Lógicamente, estos límites tienen una función reguladora importante. El río llega al mar porque tiene márgenes y límites, pero estos también pueden represar las aguas que deberían fluir; entonces se salen por los lados y se convierten en charcos.
Las actitudes y los comportamientos sorprendentes del actual obispo de Roma, como a él le gusta presentarse, comúnmente llamado Papa Francisco, nos evocan esta categoría tan determinante de la libertad de espíritu.

Normalmente, el cardenal nombrado papa pronto encarna el estilo clásico, hierático y sacral de los papas, ya sea en la vestimenta, en los gestos, en los símbolos del poder sagrado y supremo, y en el lenguaje. Francisco, dotado de una gran libertad de espíritu, ha hecho lo contrario: ha adaptado la figura del Papa a su estilo personal, a sus hábitos y a sus convicciones. Todo el mundo conoce las rupturas que ha introducido sin mayor ceremonia.
Se aligeró de todos los símbolos de poder, especialmente de la cruz de oro y piedras preciosas y de esa pequeña capa (mozzetta) que llevaban los otros, llena de brocados y joyas, otrora símbolo de los emperadores romanos paganos. Sonriente dijo al secretario que quería ponerla sobre sus hombros: "guárdela porque el carnaval ha terminado”. Se viste con mayor sobriedad, de blanco, con sus zapatos negros habituales y, por debajo, con sus pantalones, negros también. Prescinde de todos los servicios asignados al Pastor supremo de la Iglesia, empezando por el palacio papal que ha reemplazado por una hospedería eclesiástica, y come con los demás huéspedes. Piensa antes en Pedro, que era un rudo pescador, o en Jesús, que según el poeta Fernando Pessoa, «no sabía nada de contabilidad ni consta que tuviera biblioteca» pues era un «factótum» y un simple campesino mediterráneo. Se siente sucesor del primero y representante del segundo. No quiere que le llamen Su Santidad, porque se siente «hermano entre hermanos», ni quiere presidir la Iglesia en el rigor de la ley canónica, sino en la caridad, que es cálida.

En su viaje a Brasil no ha hecho espectáculo, aquí está su libertad de espíritu: desea como transporte un vehículo popular, un jeep cubierto para poder moverse a través la multitud, se detiene para abrazar a los niños, para beber un poco de mate, para intercambiar su solideo papal blanco por otro medio chafado que le ofrece un fiel. Durante la ceremonia oficial de bienvenida del gobierno, que sigue un estricto protocolo, después del discurso se dirige a la presidenta Dilma Rousseff y la besa para consternación del maestro de ceremonias. Y hay muchos otros ejemplos.

Esta libertad de espíritu trae un brillo innegable hecho de ternura y vigor, las características personales de san Francisco de Asís. Se trata de una persona de gran entereza. Estas actitudes personales serenas y fuertes muestran un hombre de gran ternura que ha realizado una síntesis personal significativa entre su ser interior y su yo consciente. Es lo que se espera de un líder, sobre todo religioso. Evoca al mismo tiempo ligereza y seguridad.

Esta libertad de espíritu se ve reforzada por el espléndido rescate que hace de la razón cordial. La mayoría de los cristianos están cansados de doctrinas y se muestran escépticos ante las campañas contra los enemigos reales o imaginarios de la fe. Todos estamos impregnados hasta la médula de la razón intelectual, funcional, analítica y eficiente. Ahora viene alguien que en todo momento habla desde el corazón, como lo hizo en su discurso a la comunidad de la favela de la Varginha o en la isla de Lampedusa. En el corazón es donde mora el sentimiento profundo por los demás y por Dios. Sin el corazón las doctrinas son frías y no plantean ninguna pasión. Ante los supervivientes venidos de África, confiesa: «Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar, de ‘sufrir con’: la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar». Sentencia con sabiduría: «La medida de la grandeza de una sociedad viene dada por la forma como trata a los más necesitados».

Según esta medida, la sociedad global es un pigmeo, anémica y cruel. La razón cordial es más eficaz en la presentación del sueño de Jesús que cualquier doctrina erudita y convierte a su principal mensajero, Francisco de Roma, en una figura fascinante que llega al corazón de los cristianos y de otras personas.





miércoles, 3 de julio de 2013

LOS PROFETAS LEEN EL PRESENTE Y ANTICIPAN EL FUTURO

"Nada ocurre al azar, todo es por causa y efecto"

"Hoy, el hombre está sembrando cosas muy positivas y cosas muy negativas; en función de esto, aquellos que siembren calamidades recogerán calamidades y aquellos que siembren dicha cosecharan dicha"


Leonardo Boff
Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=76142

02/07/2013
Profeta en sentido bíblico no es en primer lugar aquel que prevé el futuro. Es aquel que analiza el presente, identifica tendencias, generalmente desviadas, hace advertencias y hasta amenazas. Anuncia el juicio de Dios sobre el curso presente de la historia y hace promesas de liberación de las calamidades.
A partir de la captación de las tendencias, hace previsiones para el futuro. En el fondo afirma: si continúa este tipo de comportamiento de los dirigentes y del pueblo sucederán fatales desgracias. Éstas son consecuencia de las violaciones de leyes sagradas. Y ahí proyectan escenarios dramáticos que tienen una función pedagógica: Hacer entrar a todos en razón y en la observancia de lo que es justo y recto delante de Dios y de la naturaleza.
Leyendo a algunos profetas del Antiguo Testamento y también advertencias de Jesús sobre la situación de los tiempos futuros, casi espontáneamente nos acordamos de nuestros dirigentes y de su comportamiento irresponsable ante los dramas que se están preparando para la Tierra, para la biosfera y para el eventual destino de nuestra civilización.
Hace días en algunas partes del mundo se ha roto la barrera considerada como la línea roja que debería ser respetada a toda costa: no permitir que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera llegase a 400 partes por millón. Y lamentablemente ha llegado. Alcanzado este nivel, difícilmente el clima calentado volverá atrás. Se estabilizará y podrá seguir subiendo. La Tierra quedará calentada unos dos grados centígrados o más. Muchos organismos vivos no conseguirán adaptarse, pues no tienen como minimizar los efectos negativos, y acabarán desapareciendo. La desertificación se acelerará; se perderán cosechas, miles de personas tendrán que abandonar sus lugares a causa del calor insoportable y la imposibilidad de garantizar su alimentación.
En un contexto así leo al profeta Isaías. Vivió en el siglo VIII a. C., uno de los periodos más conturbados de la historia. Israel se encontraba exprimido entre dos potencias, Egipto y Asiria, que se disputaban la hegemonía. Tan pronto era invadido por una de estas potencias como por la otra dejando un rastro de devastación y de muerte.
En este contexto dramático Isaías escribe un capítulo entero, el 24º, en una línea de devastación ecológica. Las descripciones se asemejan a lo que puede sucedernos a nosotros si las naciones del mundo no se organizan para parar el calentamiento global, especialmente el abrupto, ya avisado por notables científicos, que podría ocurrir antes de finales del presente siglo. Si efectivamente ocurriera, la especie humana correría gran riesgo de ser diezmada y de que se destruyera gran parte de la biosfera.
Debemos tomar en serio a los profetas. Ellos descifran tendencias en una perspectiva que va más allá del espacio y del tiempo. Por eso también nuestra generación podría estar incluida en sus amenazas. Transcribo partes del capítulo 24 como advertencia y material de meditación.
"Lo mismo sucederá al acreedor y al deudor. La Tierra será totalmente devastada. Ella ha sido profanada por sus habitantes porque trasgredieron las leyes, pasaron por encima de los preceptos, rompieron la alianza eterna. Por esta razón, la maldición ha devorado la Tierra, la culpa es de los que en ella habitan… La Tierra se rompe, tiembla violentamente, es fuertemente sacudida. La Tierra se tambalea como un borracho, se agita como una cabaña… La luna se sonrojará y el sol tendrá vergüenza”.
Jesús, el último y el mayor de todos los profetas advierte: "se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y peste y terremotos en diversos lugares” (Mateo 24, 7). "En la Tierra los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Las gentes desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán” (Lucas 22, 25-27).
¿No ocurren escenas semejantes en los tsunamis del sudeste de Asia, en Fukushima en Japón, en los grandes tornados y ciclones como el Katrina y el Sandy en Estados Unidos y en otros lugares del planeta? ¿Las personas no se llenan de pavor al presenciar tal devastación y ver el suelo cubierto de cadáveres? Estas catástrofes no suceden por casualidad, suceden porque hemos roto la alianza sagrada con la Tierra y sus ciclos. Son señales y analogías que nos llaman a la responsabilidad.
Curiosamente, a pesar de todos estos escenarios de destrucción, la palabra profética termina siempre con esperanza. Dice el profeta Isaías: "Dios quitará el velo de tristeza que cubre a todas las naciones. Enjugará las lágrimas de todos los rostros… Aquel día se dirá: este es nuestro Dios, en quien hemos esperado y Él nos salvará” (25,7.9). Y Jesús remata prometiendo: "cuando empiecen a suceder estas cosas, animaos y levantad la cabeza porque se acerca la liberación” (Lucas 21,28).
Después de estas palabras proféticas no cabe comentario; solo el silencio pesaroso y meditativo.
[Traduccion de Maria Gavito Milano].


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