LAS AMAN ZONTKS

Las amazonas fueron míticas mujeres que conformaron sociedades matriarcales durante periodos prolongados en distintas partes del mundo. Hoy, "amazonas" son aquellas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y por una mejor sociedad.

jueves, 6 de julio de 2017

La ética del erotismo mercantilizado




Por: Fernando Buen Abad Dominguez
Fuente: Alainet*

Ha sido muy prolífica la lógica del mercado cuando se trata de convertir en mercancía, y moneda de curso legal, la sexualidad humana. A fin de restarle amor a la sexualidad humana con todas sus “magias”, sus “secretos” y sus “misterios”, la barbarie ideológica echó su iluminismo oscurantista sobre la moral positivista y redujo a mercancía los vínculos más íntimos de la construcción de comunidad: la naturaleza humana en comunicación. Enseñó a los pueblos a quitarse los calzones para convertirlos en cadenas. De manera rentable.

Natura pasó a ser Cultura, con ayuda del mercantilismo desaforado, que todo lo reduce a compra-venta. El coito, por ejemplo, fue convertido en negocio y requisito para saciar intereses de tipo diverso, especialmente el de esa forma de explotación humana que consiste en especular con las necesidades (o las obsesiones) de alguna víctima, no importa el género. Tengo lo que te gusta y, si lo quieres, pagarás “el precio”. A veces en efectivo y en una sola cuota… a veces con matrimonio y “compromiso social”. Existen industrias enteras especializadas en estos negocios. Y entonces reina “la ley de la oferta y la demanda” entre genitales.

Es esa la clave semántica del morbo que administran los publicistas para barnizar con sexualidad de mercado toda persona, animal o cosa vendible. No importa si son detergentes, apósitos, café, bebidas gaseosas o juguetes para niñas y/o niños. No importa la “franja etaria”, la moral del mercantilismo impregna la totalidad de los seres que teniendo “cualidades” deseadas por otros, aprenden a ejercer un poder de venta que, según se lo administre, alcanza para llegar a los últimos días de la vida con los gastos cubiertos. Matemáticamente calculado. Los casos son millones.

No es un problema de ser “buenos” o ser “malos”, la ideología del sector dominante, en toda sociedad capitalista, es responsable de multiplicarse en las cabezas de los sectores subalternos, si quiere sobrevivir como un sistema de normas exitoso. Usa para eso todas las instituciones con que cuenta para el control de las panzas, de los corazones, de los estados del ánimo y de las cabezas. En todo caso, la “maldad” es sistémica por naturaleza o por definición (sin maniqueísmos) porque es consustancial al capitalismo, se inocula de base y se despliega a lo ancho, a lo largo y a lo profundo de las sociedades y de las vidas de quienes, incluso sin percatarse, juegan el juego del mercado hasta en las cosas más íntimas. Y lo exhiben como si fuese un logro moral.

No se trata de “coqueteos”, de “selección natural” de los gustos o de darwinismo estético. Se trata de esa parte del empirismo erógeno, pragmatismo comercial inducido, que aprende tarde o temprano a ponerle valor de cambio a los placeres, a los gustos y a las personas. El conflicto capital-trabajo traducido a los deseos. Si tienes vendes, si no, pagas por poseerlos. El repertorio incluye hasta las fotos de familia, las poses para foto de los menores, los chistes, los mitos y las leyendas generadas por la ideología de la clase dominante y su condición ontológica esencial expresada en la “propiedad privada”. Cultura de poseer, incluso personas.

No parece haber objeto ni sujeto inalcanzable. Incluso para vender un “lava-ropa”, una licuadora o un televisor… la axiología del mercado erotiza su semántica con las mieles de la “posesión” que no es sólo de objetos porque los objetos mismos han sido impregnados de genitalidad a fuerza de asociarlos con el placer de acumular. Y el que “tiene”, sea lo que fuese, quiere más y más tendrá mientras alguien no “tenga” aquello que anhela o ansía, por definición de clase o por castigo moral del sistema económico y del sistema de valores. “Dinero mata carita”. Dicen.

Aquel que tiene (ella o él) lo que el otro desea, cuando se decide a ejercer su poder de oferta y demanda, articula condiciones o requisitos que suelen imponerse a más de un “competidor” para hacer que triunfe el “mejor postor”. A veces ocurre entre “romances tórridos” que no por pasionales pierden de vista la base rentable del escarceo. Muchos calculan el momento de sacar su parte y algunos aguardan, como las hienas, en momento de su “recompensa” basada en lo que queda del festín. Pero en todos los casos, el remanente cultural del intercambio mercantil entre poseedores y desposeídos, termina siendo institución de la que aprenden los que van detrás de la experiencia. Y van practicando a su modo según “la vida” los premie o castigue, teniendo o careciendo, todo o en parte ese “objeto oscuro del deseo”. Castigan con el “látigo de la indiferencia”. Se hacen rogar.

En cualquiera de sus etapas fácticas (en el tálamo o en el altar) el pedir o el dar, sometidos a la lógica del mercado, también expresa al abanico entero de los valores éticos y estéticos de la sociedad capitalista. No hay sexualidad des-ideologizada ni inmaculada en el interregno capitalista. Se anhela o se exhibe la impronta material de lo que se tiene impregnada con la ética y la estética de la sociedad que las incuba. Trátese de fragmentos corporales, de su relación armónica entre sí o de lo que el otro cree ver y anhela tener; trátese de gustos de ocasión, de moda o de coyuntura; trátese de hallazgos o de verdaderas excepciones… los cuerpos y los genitales juagan un papel decisivo, “para bien o para mal”, en el resumen histórico de la felicidad humana. Y lo que eso pueda significar en los plazos que dura.

Y por cierto la felicidad y de libertad que la humanidad aun no conoce es su estadio pre-histórico actual será factible, permanente y duraderas si pudiésemos emanciparnos del plasma ideológico que somete nuestros gustos a la condena de los “desposeídos”; si des-colonizaramos nuestras aprensiones y nuestras “debilidades” carnales. Si, de una vez por todas, pudiésemos dejar de ser mendigos o tiranos del placer o de los “atributos” físicos como lo ordena el mercantilismo rampante. Si algunos placeres o los gustos dejasen de ser una maldición alienante y pudiésemos vivirlos sin correr peligros de mercado.  Si lográsemos liberarnos del yugo mercantil en las relaciones humanas, no solamente en el campo de la sexualidad sino en todos los campos, seríamos capaces de modificar, radicalmente, dialécticamente el peso de la estética sobre la ética y lograríamos, al fin, que la ética fuese la estética del futuro. Ojalá de inmediato.

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

 Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/185052

miércoles, 14 de junio de 2017

SOCIEDAD ESPIRITUALISTA vs SOCIEDAD CAPITALISTA


Iván Prado Sejas*
Uno de los sueños de los grandes espiritualistas es que, en el futuro, la sociedad humana sea perfecta, dentro de los límites de la sensatez humana. Seres como Jesús, Gautama, Krishna, Mahoma, Moisés y otros, han deseado que la humanidad sea fraterna y que todos los hombres compartan sus bienes, espirituales y materiales, puesto que son dueños de los mismos. Así lo expresan, de una u otra manera, en sus escritos. En este contexto, los bienes de la Tierra nos pertenecen. Sin embargo, a esta postura se opone el sobredimensionamiento de la propiedad privada que se da en la sociedad capitalista.  La propiedad privada emerge como un hecho social en una época y para una época. Esto quiere decir que en la medida que el hombre transforma la sociedad hacia una sociedad espiritualista, la propiedad privada se minimiza al grado que le corresponde. No existe escritura sagrada en el mundo, donde algún ser “divino”, y mucho menos Dios, haya escrito y señalado que la Tierra y sus riquezas sean sólo de algunos. En este contexto, el capitalismo, donde se adora y se rinde pleitesía a la propiedad privada (sobre todo individual) no es nada compatible con el deseo de los grandes espiritualistas.
Una humanidad espiritualista, involucra, en primer lugar que la persona se sienta parte de una humanidad que es su familia, y que la humanidad sienta que cada individuo es parte del todo. En este contexto, lo que la humanidad produce es de todos, y los dones de la Tierra son de toda la colectividad humana. Por cierto, la lógica de la división y pertenencia de la riqueza ocupa un lugar importante en el cerebro de un niño entre 3 y 4 años. Este niño, considera a cada objeto que sus padres le dan como suyo y lo defiende con berrinches. Para él no existe el compartir con el hermano, con el primo o con el amiguito. Entonces, esa es su realidad, que no se la puede cambiar, puesto que obedece a una etapa de su desarrollo.  Y lamentablemente, todavía existen adultos-niños que no logran ver más allá de la propiedad privada. Y por esto,  en los países capitalistas existen sujetos que viven ofuscados con una forma de propiedad que corresponde a sociedades infantiles.  
En el desarrollo de las sociedades humanas, en el transcurso de los siglos, los hombres han pasado por etapas inmaduras y maduras, y esto se ha reflejado en civilizaciones que han tenido sus edades de hierro y edades de oro. En las edades de oro han logrado grandes logros y han llegado a cúspides envidiables en distintas áreas del desarrollo humano. Sin embargo, como resultado de la identificación del hombre con el poder y la riqueza, estas sociedades han entrado en decadencia y han sucumbido. 
De la misma manera, hoy la civilización occidental ha vivido su época de oro, con un alto desarrollo en muchos países, puesto que como nunca, en pocas décadas, el hombre ha llegado al espacio inconmensurable, como prueba de los adelantos científicos. En este contexto, el capitalismo ha sido útil y ha permitido al hombre a salir de su ostracismo. La iniciativa individual ha tenido éxito, y ha “punta de lanza” (real o subjetiva) los hombres han conseguido logros, como: ciudades y megaciudades, fábricas, infraestructura caminera, vehículos terrestres y aéreos ultramodernos, computadoras, telescopios gigantescos, sistemas de telecomunicaciones, infraestructura inmobiliaria, y otros. Estos beneficios, sin embargo, no han ido a la par con el desarrollo social, moral y ético. Y es aquí que el capitalismo sucumbe y paradoxalmente es remplazado por el hipercapitalismo o capitalismo salvaje. Este sistema esclaviza al hombre a la materia, por lo tanto es la forma y no la esencia la que predomina.  El hipercapitalismo es la marca registrada de un imperio que intenta mostrarse incólume pero que se desmorona a cada paso que da el hombre hacia una transformación social y espiritual.
Hoy los hombres estamos viviendo el ocaso de una civilización escindida entre aquellos que desean la transformación continua y aquellos que desean la cristalización para perpetuar la materia. Unos desean que la humanidad evolucione hacia sociedades avanzadas, no sólo en el ámbito de lo material, sino, y sobre todo, en el ámbito de lo espiritual. Y otros desean que el Hombre involucione.
¿Y que involucra una sociedad espiritual? 
Una sociedad espiritualista está basada en valores que priorizan lo subjetivo. A partir de valores asimilados como el amor al semejante, el respeto mutuo, la no separatividad, el actuar con sabiduría, el sentido de la justicia, el amor a la verdad, el sentido de responsabilidad individual y colectiva, y el servicio al bien común, y otros, se puede entrever una sociedad con bases altamente espirituales y profundas. Si una sociedad asume lo mencionado, todo lo material cae subyugado a las necesidades de todos los humanos que habitan este planeta. Y todo el desarrollo se focaliza en la humanidad vista como una familia. 
El capitalismo ha demostrado que el hombre cuando se propone producir, produce. Sólo que en la actualidad, la mayor parte de los resultados de la producción va a parar en pocas manos. Si el individuo, en una sociedad espiritualista, trabajará como está trabajando hoy, con seguridad sus logros beneficiarían a todos. Por otro lado, se puede decir que no hay millonario que haya hecho su fortuna solo, la fortuna apareció cuando otros empezaron a trabajar para él. El sistema capitalista ya cumplió con creces su propósito; ahora, debe ir declinando hasta desaparecer. Entonces, no habrá ni pobres ni ricos, ni oprimidos ni opresores, ni vencidos ni vencedores. Sólo existirá una humanidad que cubra todas sus necesidades.
Alguien podrá decir que lo expuesto es simplemente una utopía, y que el hombre seguirá siendo cazador de sus semejantes, yendo en detrimento de cualquier intención que pretenda equilibrar las necesidades humanas.  Dirá también que la humanidad se embarca hacia la distopía, o sea hacia una sociedad decadente, donde los hombres desarrollan mucho más sus instintos animales. Sin embargo, desde una cosmovisión mucho más amplia, las utopías están inmersas en la mente de los hombres. En la literatura aparecen grandes seres, humanos y no humanos, planetarios y estelares que hacen de la utopía una realidad. En la Grecia antigua, los dioses y los semidioses deseaban que el hombre llegue a alturas inalcanzables y logré igualar a los dioses. Ese anhelo, hablando simbólicamente, era más que una utopía, un sueño o una visión, donde el hombre se proyectaba hacia una sociedad perfecta. Y dentro de las singularidades en la realidad, es muy posible imaginar o pensar en sociedades que sean cada vez mejores. Las ideologías son temporales, y son como flores, que un tiempo florecen, después se marchitan y desaparecen. En la literatura hay cientos de ejemplos de sociedades utópicas que posibilitan el surgimiento de sociedades mucho mejores, y hay de sociedades distópicas donde el hombre se arrastra en lodazales inmundos.
Dentro de las utopías están las sociedades espirituales que posibilitan vislumbrar colectividades con alto desarrollo material y espiritual, donde los frutos que se consiguen son para todos. En estas colectividades la humanidad es una sola, los hombres y mujeres hacen parte de ella, y todo lo que hay sobre y dentro de la tierra es propiedad de todos. Entonces, la sociedad espiritualista es la cara opuesta de una sociedad hipercapitalista. Una sociedad espiritualista es incompatible con una sociedad capitalista.  
El universo es dual y hoy estamos viviendo una crisis entre los dos polos (negativo y positivo). El polo positivo ya se proyecta mucho más en el corazón de los seres humanos. Son muy pocos los propulsores de la cristalización de la sociedad. Son demasiado pocos los defensores acérrimos del hipercapitalismo. Pese a quien pese, llegó la época de la transformación, y una sociedad espiritual surgirá para llevar al hombre por derroteros nunca imaginados. 
Los aleteos de aquellos que desean la decadencia de la humanidad, ya son los últimos. Y por mucho que hagan los defensores del hipercapitalismo, en las distintas regiones del mundo, simplemente estarán colocando palancas para que el sistema caiga mucho más rápido.

La filosofía espiritual, inherente a toda creencia religiosa, no es sólo subjetiva. Cuando la luz aparece, la oscuridad se pierde. Entonces, a cada instante, que el hombre toma conciencia y se da cuenta de lo que realmente ocurre en el mundo, la sabiduría se impone y el hombre despierta a un nuevo mundo. Los religiosos y espiritualistas del mundo tienen que despertar a esta realidad emergente, y asumir una postura más critica frente a los desmanes del hipercapitalismo. Si todo marcha bien, es posible el surgimiento de una nueva espiritualidad, y los individuos despertarán en un horizonte claro, y comprenderán verdaderamente que todos los hombres somos “hermanos de sangre”, por lo tanto, sabrán y sentirán que somos una sola raza. 
*Psicólogo, escritor, poeta, docente universitario y Presidente PENCOCHABAMBA
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/181385

miércoles, 8 de marzo de 2017

¿Tiene el Papa un problema con la economía o lo tienen los liberales?



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Sería vanidoso por mi parte que yo tratara de defender nada más y nada menos que al Papa de Roma frente a quienes le critican. Como se decía en el viejo catecismo del Padre Astete, Doctores tiene la Santa Madre Iglesia para contestarles.

Pero, dado que no he leído a ningún economista más versado que yo que comentara el asunto, me atrevo a entrar en el debate para romper una lanza en favor del jesuita argentino que ahora ocupa la silla de San Pedro.

La cuestión es que, hace unos días, el Papa dijo una frase muy rotunda en la improvisada homilía de una Misa que celebró en su residencia particular (normalmente, el texto completo de las homilías papales se publica en la web del Vaticano pero ésta no aparece allí, de momento, aunque se han hecho eco de ella multitud de medios de muy diferente ideología (por ejemplo, aquí).

Según la agencia de noticias Reuters, el Papa Francisco dijo: “Hay algunos que dicen ‘yo soy muy católico, siempre voy a misa, pertenezco a esta asociación y la otra’ pero también deberían decir ‘mi vida no es cristiana, no le pago a mis empleados salarios justos, exploto a la gente, hago negocios sucios, lavo dinero”. Eso es una doble vida. Hay muchos católicos que son así y son un escándalo. Cuántas veces hemos escuchado decir a la gente ‘para ser católico como él, mejor ser ateo'”.

Poco después de que se publicaran esas palabras del pontífice, el periodista Robert Wenzel, conocido propagandista de la escuela liberal austriaca de economía y editor de EconomicPolicyJournal.com, escribió un artículo (The Pope’s Problem with Basic Economics) en el que afirma que el Papa desconoce los conceptos fundamentales de la economía. Duda Wenzel que “pudiera dibujar una curva de oferta y demanda” y le critica duramente que, a pesar de ese desconocimiento, hable de salarios adecuados o justos y de explotación.

Concretamente, Wenzel acusa al Papa de hacer una de las seis cosas que, según se dice en la Biblia, más aborrece Jehová, sembrar discordia entre hermanos; en este caso, entre “el hombre de negocios que ofrece precios y salarios de mercado” y los consumidores y trabajadores.

En apoyo de esta idea, Wenzel aporta una cita de Murray Rothbard, uno de los más conocidos defensores de la escuela austriaca de economistas anarcoliberales (así denominados por su creencia ciega y extrema en las virtudes y automatismos del mercado) y que prefería denominarse a sí mismo como “derechista o reaccionario radical” o de “derecha dura” mejor que conservador (así lo decía en A Strategy for the Right).

Rothbard afirmaba que el precio que se fija en el mercado no es un acto de voluntad de los vendedores, es decir, que éstos no lo establecen en función de que se levanten más codiciosos o responsables cada mañana. Por el contrario, aseguraba que el aparato de la teoría económica, “construido a lo largo de siglos”, ha demostrado que los precios a los que se venden los bienes y servicios (incluido el precio del trabajo) se establecen exclusivamente como resultado de la demanda (de la cantidad que están dispuestos a adquirir los compradores a cada precio dado) y de la oferta de los vendedores. Por tanto, decía Rothbard, no es verdad que los precios se fijen, como creen algunos economistas, simplemente añadiendo un margen a los costes de producción que, si va más allá de un determinado nivel, ya sería fruto de la codicia.

Dando por buenas estas ideas, Wenzel termina diciendo que lo que hace el Papa Francisco cuando predica hablando de salarios apropiados y de explotación es, nada más y nada menos, que hacer música en la guarida de los totalitarios y crear un gran pecado económico.

Llegados a este punto, y aunque dije al principio que no creo que sea yo quien mejor pueda defender al Papa Francisco, hay que preguntarse si Wenzel lleva razón. Es decir, si el salario es algo que se determine automáticamente por la oferta y la demanda de trabajo en el mercado y, por tanto, con independencia de la voluntad de quienes contratan a los trabajadores. Y, en suma, si es cierto que la teoría económica “de siglos” ratifica lo que dicen estos economistas liberales.

La respuesta es clara y rotunda: no, no y no. Es matemáticamente imposible que el salario se fije como dicen Wenzel, Rothbard y los economistas liberales o de la escuela austriaca como ellos.

Para que se pueda afirmar que el salario (el precio del trabajo) se fija automáticamente en el mercado de trabajo a través de la oferta y demanda la teoría económica establece condiciones que son de imposible complimiento. Las más importantes (o las que puedo explicar más fácilmente para no complicar mucho este artículo) son las siguientes.

En primer lugar, se tendría que poder definir una oferta y una demanda de trabajo para todo el mercado. Pero, tal y como ocurre en general con la oferta y demanda de bienes, es matemáticamente imposible definir una oferta y una demanda de trabajo agregadas (para todo el mercado). Entre otras condiciones más complicadas de entender, para poder definir una demanda de trabajo agregada debería de haber un solo tipo de trabajo y todos los demandantes de trabajo (las diferentes empresas) deberían tener exactamente las mismas preferencias a la hora de contratar. Es decir, algo materialmente imposible. Y se ha demostrado también que la oferta de trabajo que realizan los trabajadores puede tener cualquier forma, de manera que no hay “un” salario de oferta y demanda sino que, en todo caso, habría muchos niveles de salarios compatibles con la oferta y la demanda de trabajo de mercado.

En segundo lugar, para que pudiera haber un salario de mercado que fuese el resultado automático de la oferta y la demanda de trabajo éstas dos deberían ser independientes. Pero Piero Sraffa demostró hace años que eso es imposible: si se establece (como hacen los liberales) que la oferta de trabajo cambia cuando cambia el salario, resulta que al aumentar la oferta de trabajo ha de haber cambiado el salario y, cuando cambia el salario, cambia la distribución de la renta, que afecta a las ventas, y, por tanto, a la demanda de trabajo que hagan las empresas. Luego es evidente que la oferta y la demanda de trabajo no son independientes sino justamente lo contrario.

En tercer lugar, para que pudiera haber un salario de mercado que fuese el resultado automático de la oferta y la demanda de trabajo en las condiciones que dicen los economistas liberales, los mercados de trabajo deberían de ser de competencia perfecta (todos los agentes deberían tener el mismo poder de decisión, información perfecta y gratuita, y el trabajo debería ser perfectamente homogéneo en todos los empleos, entre otras condiciones). Si eso no ocurre, como sucede en la realidad y de forma prácticamente inevitable, el nivel de salario de mercado es indeterminado porque depende del poder de negociación de las partes.

En cuarto, lugar, para que pudiera haber un salario de mercado que fuese el resultado automático de la oferta y la demanda de trabajo e independiente de la voluntad de los empleadores, como dicen los economistas liberales o austriacos, los trabajadores deben generar su oferta de trabajo como el resultado de elegir entre el trabajo o el ocio para cada nivel de salario. Pero es evidente que, para que puedan tener esa libertad de elección, deben disponer de ingresos adicionales a los del trabajo suficientes, lo que muy rara vez acontece.

En quinto lugar, para que fuese cierto lo que afirman los liberales sobre el salario como algo ajeno a la voluntad de los empleadores debe ocurrir que las empresas contraten trabajadores en función de su contribución al producto, de su llamada “productividad marginal”. Pero este requisito, como explico con más detalle en mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas, lleva a un resultado absurdo: para conocer la productividad del factor trabajo en conjunto, hay que homogeneizar todas las posibles variantes que lo componen (el trabajo de los ingenieros, las doctoras, los auxiliares, los bomberos, las maquinistas, etc.). Pero resulta evidente que cada uno de esos componentes es diferente a los demás: cada dentista aporta a la producción en su conjunto algo diferente a lo que aporta cada ingeniera, cada fresador o cada vendedora de seguros… Por tanto, si queremos hablar del factor trabajo en conjunto, de productividad marginal en conjunto, para poder determinar el precio de mercado (“un” salario de referencia que todos los empleadores acepten como algo totalmente ajeno a su voluntad, como dicen los economistas liberales), debemos homogeneizar el factor trabajo. Y la única manera de homogeneizarlo es a través de su precio, para lo cual es necesario saber… ¡el precio de cada trabajo! Llegamos, por tanto, a un resultado absurdo o tautológico: para determinar a través de la productividad marginal del trabajo su precio de mercado hay que saber antes su precio.

Esta última condición es la clave de bóveda del análisis neoclásico o liberal del mercado de trabajo porque es la que permite criticar a quienes, como el Papa Francisco en esta ocasión, reclaman un salario decente, es decir, una distribución más justa de la riqueza. La razón es sencilla.

Lo que hay detrás de una teoría tan tautológica e irreal como la de la productividad marginal es que gracias a ella se puede hacer creer que el salario es, como dice Rothbard y los liberales, independiente de la voluntad, un resultado automático del mercado que, además, es justo de por sí, puesto que su nivel le viene dado al empleador por el mercado y lo recibe o no el trabajador solo en función objetiva de que contribuya en esa misma medida al producto final. Es por eso que, según los economistas liberales, nadie puede protestar si los salarios son bajos o la distribución es injusta puesto que nos dirán que si son así es porque esa es la contribución “objetiva” de cada trabajador al producto final. Una estratagema intelectual brillante pero, como acabo de señalar, basada en una pura tautología y completamente ajena al mundo real.

Quienes critican al Papa porque reclama salarios adecuados o porque condena la explotación de la gente son, en las palabras arriba mencionadas de su propio ideólogo Murray Rothbard, los “reaccionarios radicales” o la “derecha dura”. Están en su derecho de hacerlo, faltaría más, pero debe saberse que el fundamento científico de sus críticas es nulo. El Papa Francisco sabe mucho mejor que ellos cómo está funcionando la economía contemporánea, cuáles son los problemas que la creciente concentración de la riqueza está creando a los seres humanos y a la naturaleza, y qué solución tienen los problemas económicos que nos asolan por culpa de la codicia y también de la complicidad de muchos intelectuales con quienes lo quieren todo para sí.

Y, por último, no está de más señalar que se atreven a tachar a los demás de totalitarios quienes establecen con nulo fundamento que sus ideas económicas son la verdad revelada y las de los demás simples errores o incluso fuentes del pecado.

Publicado en ctxt.es el 2 de marzo de 2017


http://www.alainet.org/es/articulo/183967

domingo, 26 de febrero de 2017

¿Existe vida extraterrestre?


Leonardo Boff*



Científicos de la NASA han descubierto  una estrella, Trappist-1, distante a 39 años luz de la Tierra, con siete planetas rocosos, tres de ellos con posibilidad de contener agua y por lo tanto vida. Este descubrimiento trajo nuevamente la cuestión de la posible existencia de vida extraterrestre. Hagamos algunas reflexiones sobre el tema en base a referencias de nombres notables en el área.

Las ciencias de la Tierra y el conocimiento derivado de la nueva cosmología no han habituado a colocar todos los asuntos dentro de la gran evolución cósmica. Todo está en la situación de proceso de génesis, condición para que surja  la vida.

La vida es considerada como la realidad más compleja y misteriosa del Universo. El hecho es que hace unos 3,8 millones de años, en un océano o un pantano primordial, bajo la acción de las tormentas eléctricas inimaginables, elementos cósmicos del propio Sol en interacción con la geoquímica de la Tierra, condujeron al agotamiento de la complejidad de las formas inanimadas. De repente, la barrera se superó y se estructuraron aproximadamente 20 aminoácidos y cuatro bases de fosfatasa. Como un enorme rayo que cae sobre el mar o pantano apareció el primer ser vivo.

Como un salto cualitativo en nuestro espacio-tiempo curvo, en un rincón de la media de la galaxia, en un sol secundario, en un planeta de quantité négligeable surgió la gran noticia: La vida. La Tierra pasó por 15 grandes periodos de extinción en masa, pero como si fuera una plaga, la vida nunca se extinguió.

Veamos de forma rápida la lógica interna que permitió la aparición de la vida. A medida que avanzan en su proceso de expansión, la materia y la energía en el Universo tienden a ser cada vez más complejos. Cada sistema se encuentra en un juego de interacción, en una danza de intercambio de materia y la energía, en un diálogo permanente con su entorno para retener información.

Los biólogos y bioquímicos, como Ilya Prigogine (Premio Nobel de Química, 1977), afirman que existe una continuidad entre los seres vivos e inertes. No necesitamos recurrir a un principio trascendente y externo para explicar la aparición de la vida, como lo hacen, habitualmente, las religiones y la cosmología clásica. Sólo bastó que el principio de complejidad, auto-organización y auto-creación de todo, incluso de la vida, llamado principio cosmogónico, estuviese embrionariamente en aquel punto pequeño, surgido del Fondo de Energía, que luego explotó. Uno de los físicos cuánticos más importantes de nuestro tiempo, Amit Goswami, apoya la idea de que el Universo es matemáticamente inconsistente sin la existencia de un principio ordenador supremo, Dios. Así que, para él, el Universo es autoconsciente (El universo autoconsciente, Río de Janeiro, 1998).

La Tierra no tiene el privilegio de la vida, según Christiann de Duve, Premio Nobel de la biología (1974):
"Hay tantos planetas vivos en el universo como hay planetas capaces de generar y sostener la vida. Una estimación conservadora fija el número en millones. Trillones de biosferas rodean el espacio de trillones de planetas canalizando materia y energía en flujos creativos de evolución. En cualquier dirección en el espacio en que fijemos nuestra mirada hay vida (...). El universo no es el cosmos inerte de los físicos con una pizca de vida por azar. El universo es vida con la necesaria estructura a su alrededor" (Polvo vital: La vida como un imperativo cósmico. Río de Janeiro, 1997, 383).

Es el mérito de la astronomía, en un rango milimétrico, haber identificado un conjunto de moléculas en las que se encuentra todo lo que es esencial para comenzar el proceso de síntesis biológica (Longair, M. Los orígenes de nuestro Universo, Río de Janeiro, 1994 65 -6). En los meteoritos se encontraron los aminoácidos. Estos son los posibles portadores de las arqueobacterias de vida. Probablemente hubo varios inicios de la vida, muchos frustrados, hasta que una definitivamente se estableció.

Se supone que las más diversas formas de vida se produjeron desde una sola bacteria originaria (Wilson, O. E. La diversidad de la vida. Sao Paulo, 1994). Con los mamíferos surgió una nueva calidad de vida, la sensibilidad y el cuidado emocional. Entre los mamíferos, hace unos 70 millones de años, se destacan los primates, y a continuación, unos 35 millones de años, los primates superiores, nuestros abuelos genealógicos; y hace 17 millones de años, se destacan nuestros predecesores, los homínidos. Y alrededor de 8 a 10 millones de años atrás, surgió en el África el ser humano, el Australopithecus. Finalmente apareció, hace 100.000, el Homo sapiens sapiens /demens-demens, del cual somos herederos inmediatos (Reeves, H. & otros. La más bella historia del mundo. Petrópolis, 1998).

La vida no es el fruto del acaso (en contra de Jacques Monod, El azar y la necesidad, Petrópolis, 1979). Bioquímicos y biólogos moleculares mostraron (gracias a las computadoras de números aleatorios) la imposibilidad matemática del azar puro y simple. Para que los aminoácidos y dos mil enzimas subyacentes pudiesen acercarse y formar una célula viva se necesitarían trillones y trillones de años, más que la edad  de 13.7 billones de años de existencia del Universo. El denominado azar es una expresión de nuestra ignorancia. Estimamos que la evolución ascendente es producir más y más vida, también extraterrestre.

 - Leonardo Boff,  junto con el cosmólogo Mark Hathaway,  trata detalladamente el tema en “O Tao da Libertação”, Vozes 2010.

*Fuente: https://boainformacao.com.br/2017/02/existe-vida-extraterrestre-congresso-em-foco/
Traducción: Iván Prado

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