"Los hombres hemos construido una serie de esquemas mentales que todavia provocan divisiones en la humanidad (que en el fondo es una sola). Y como efecto de estas divisiones se producen los conflictos de individuos y de grupos, por lo tanto, emergen las guerras entre hermanos (que somos nosotros). Existe la necesidad urgente de debilitar los esquemas mentales que producen la división y de reforzar los pensamientos que posibiliten una Humanidad Una."
Fuente: http://www.lucistrust.org/es/service_activities/world_goodwill/newsletter/recent_issues/2012_4/the_place_of_racial_memory_in_the_one_humanity
La preservación y perpetuación de los agravios en forma de conflictos
tribales, guerras étnicas, y otros conflictos profundamente arraigados
sin resolver es un continuo problema para la humanidad. ¿Cómo podemos
avanzar hacia un mundo en el que se reconozca que las distinciones
raciales y las identidades nacionales enriquecen la totalidad?
Casi todas las culturas y sociedades tienen embebidas memorias y mitos
que constituyen una parte esencial de las tradiciones y visión del mundo
de esa sociedad. Estas son transmitidas a los niños a una edad temprana
por sus padres y su comunidad, y son reforzadas por el sistema
educativo a lo largo de los años formativos del niño.
Normalmente es una forma relativamente inofensiva de fomentar una
cohesión que la sociedad necesita para mantener su identidad singular.
Sin embargo, en algunos casos la memoria ancestral se cristaliza en una
percepción sesgada de la realidad, acentuando la sensación de
aislamiento del mundo mayor mediante una percepción victimista que puede
enconarse y convertirse en origen de una potencial violencia futura. A
veces esta sensación prevaleciente de injusticia se remonta a antiguas
batallas luchadas y perdidas, o a prolongadas condiciones de opresión
bajo fuerzas más poderosas, expresándose como una mezcla de victimismo,
sufrimiento único y sin parangón, y con un carácter singular que aísla a
los miembros de ese grupo de la humanidad mayor.
El mundo de hoy es testigo de los peligros de esta preservación y
perpetuación de agravios en forma de conflictos tribales, guerras
étnicas y otros conflictos profundamente arraigados sin resolver,
basados en la desconfianza y el odio. Los escritos de Alice Bailey
proporcionan algunas reflexiones profundas sobre este problema, que
esencialmente requiere una forma de rehabilitación psicológica mediante
la inculcación de una nueva visión del mundo basada en lo común de la
humanidad una y la naturaleza de la reencarnación, que es
fundamentalmente y, ante todo, una experiencia grupal.
Ella señala que la historia es la descripción de grupos de almas que
retornan, reunidos cíclicamente por una a finidad de factores
astrológicos y de rayos. A nivel subconsciente, esta afinidad grupal fue
estudiada en profundidad por Joseph Campbell, cuya investigación sobre
las tradiciones mitológicas de diferentes culturas reveló el terreno
común subyacente que queda preservado en los mitos compartidos y el
saber popular de sociedades enormemente diversas. A nivel más
científico, este terreno común también está siendo corroborado. Los
efectos de la migración y el entremezclar de las razas, que ha sido
documentado desde los inicios de la historia humana, se han acelerado a
lo largo del último siglo. A causa de las guerras mundiales, que
trajeron la invasión de “elementos extranjeros” y provocaron el
desplazamiento de enormes poblaciones, y con la facilitación de
relaciones debida al aumento en viajes y comunicaciones globales,
cualquier ilusión respecto a la “pureza racial” está desplomándose
rápidamente. Los nuevos conocimientos sobre el ADN apoyan esto,
validando la mezcla de diferentes razas y etnias que se encuentra en
numerosos individuos, aunque puedan “auto-identificarse” con un grupo o
raza específico.
En los escritos de Alice Bailey se nos da una visión de este nuevo
mundo, cuando afirma que una nueva forma de vivir se cierne sobre la
humanidad y se materializará cuando el egoísmo sea derrotado, las
correctas relaciones humanas se conviertan en la visión, y cuando el
ideal de este nuevo mundo esté libre de todo nacionalismo y separatismo
grupal. Será un mundo basado en el reconocimiento de la igualdad de
oportunidades educativas para todos los pueblos, razas y naciones, y
sobre la comprensión fundamental de que “Dios ha hecho de una misma
sangre a todos los pueblos sobre la tierra”. Será un mundo, dice, en el
que las distinciones raciales y las identidades nacionales se
reconocerán como enriquecedoras para la totalidad y como contribuyentes a
la significancia de la humanidad. Tales distinciones y nacionalidades
se preservarán y cultivarán, no en un aislamiento separatista, sino en
la comprensión de que los numerosos aspectos de la expresión y la
diferenciación humana producen una noble totalidad, y que todas las
partes de esta totalidad son interdependientes. “Todos comprenderán su
relación mutua en un esfuerzo progresivo, sintético, humano, y la
empresa de la vida en conjunto producirá un trabajo interno que
florecerá en belleza y riqueza, que caracterizarán a toda la humanidad.
En esto todos participarán con sabiduría y eficiencia planeada,
ofreciendo a la vida planetaria y mutuamente, lo que tienen para
contribuir. Será posible porque todo el género humano será reconocido
como la unidad esencial y de mayor importancia espiritual que la parte”,
dice Bailey. ( La Exteriorización de la Jerarquía, p. 203, ed. Fundación Lucis).
Con esto en mente, se hace posible un espacio para el perdón y la
aceptación del pasado. Una antigua regla del sendero espiritual decreta:
“Que no exista el recuerdo y, sin embargo, que rija la memoria”. Cuando
el énfasis de los sistemas educativos y de los valores de los padres y
comunitarios se centre en la historia mundial y en la contribución que
todos los grupos, todas las culturas, razas y naciones pueden hacer al
enriquecimiento de la totalidad, el foco cambiará de preservar la noción
de antigua gloria y/o injusticia, a la construcción de un mundo futuro,
un mundo en el que el valor de cada contribución individual y grupal se
reconozca como indispensable para la totalidad.