LAS AMAN ZONTKS

Las amazonas fueron míticas mujeres que conformaron sociedades matriarcales durante periodos prolongados en distintas partes del mundo. Hoy, "amazonas" son aquellas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y por una mejor sociedad.

jueves, 11 de diciembre de 2014

UN "MARCIANO" BOLIVIANO EN LA FIL DE GUADALAJARA




Marciano en Guadalajara

Por: Arturo von Vacano


Una voz maliciosa me sopló en la oreja: “Tu libro irá a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara…”.
Tomé pues mi JetLear tras salir al trote de mi penthouse en Washington y dije: “A Guadalajara, Pedro. Vamos volando.”
“De otro modo sería difícil”, dijo el piloto. Así que fuimos.
“Voy en busca de mi libro, “Experimento Evo”, expliqué a Pedro. Me miró sin disimular que me considera un tonto.
Ser tonto no es nada nuevo para mí. Lo he sido en Nueva York, por donde anduve durante siete años en busca de un editor hasta encontrarlo – AVON, de mi BITING SILENCE – y Saint Paul, Minnesota, USA, donde encontré a RUMINATOR, editor de una segunda edición de… (Usted ya lo sabía) mi BITING SILENCE.
Mire Amazon.com y compre uno. No me parece caro. Verá entonces los catorce libros que he publicado.
Pero sólo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara he sido marciano.
O boliviano, que viene ser lo mismo.
Del  medio centenar de miles de libros ofrecidos en la FIL, ni uno fue boliviano. De cientos de presentaciones de libros en la FIL, ni uno… etc. De entre los libros que la difunta Alfaguara presentó en la FIL bajo diversos disfraces ni uno de los quince premios nacionales bolivianos de novela asomó la cubierta. De los trece escritores más o menos conocidos en Bolivia sólo uno apareció como explorador belga. No voy a decir quien fue por no herir susceptibilidades (así se dice, ¿no?)
De modo que preguntar por esos pasillos: “¿Edita usted libros, caballero? Le ofrezco varios” es algo que, y en esto coincidirá usted, sólo haría un marciano.
O una marciana, que este caso resultó en extremo simpática y amable.
La marciana se llama Sarah Mansilla Peña y es autora de una serie de libros sobre su héroe preferido, un niño llamado Benjamin entre cuyos milagros se cuenta la presencia de Doña Sarah en la FIL: como dice, es ‘todóloga’ porque, como el suscrito, es todo en su aventura editorial: escritora, editora, correctora, ‘publicadora’ y promotora.  Tiene ya siete tomos sobre Benjamin gracias a su banco, que es el banco perfecto: “Mi marido”.
Doña Sarah viene de Santa Cruz, donde hasta ayer se daba la oposición más decidida contra Evo Morales, Presidente del Estado Plurinacional, y está en Guadalajara como representante de ese gobierno. O por lo menos así lo dice el cartel que flota sobre su cabeza y mi lector podrá ver en la foto que incluyo: el feo soy yo.
Como se adivina apenas se da un vistazo a los estantes semi-desnudos de su ‘stand’, esta autora sacó unos cuantos libros de su biblioteca, los metió en su maleta y se los trajo porque no quiso presentar ese aparato como “Sarah Mansilla, autora de Benjamin” sólo con copias de su libro. Por lo menos no desde un principio. Al final lo hizo y sacó un gran cartel que luce su dulce sonrisa.
Fue por ello que ‘se olvidó’ de traer copias de mi “Experimento Evo”, publicado hace un mes en Bolivia. Fue un olvido que me dolió: mientras averiguaba su vida y milagros hubo dos caballeros muy amables que le pidieron mi “Evo” y ella, profesional como es, dijo sin pestañear que jamás había oído hablar de ese libro, tomó nota del pedido en un cuadernito que dice “Mi Primera Comunión” y los despidió con una sonrisa de 18 quilates.
¿Como explicar a Pedro, piloto de mi JetLear, que habíamos venido para nada?
Para disimular mi torpeza, decidí explorar la Feria como si ese hubiera sido mi objetivo.
La Feria Internacional del Libro en Guadalajara es como una ciudad, pero sus habitantes son diferentes: uno de cada dos es un guardia de seguridad y el otro es un niño casi adolescente. El guardia pone cara de perro y el niño atropella a pleno galope y grito pelado en su intento de coleccionar catálogos y cualquier papel o bolsa que tenga bonitos colores. Algunas adolescentes se abren paso a golpe de pecho que, dada su dieta, parece golpe de ubre.
Se ven, además, algunos aficionados a los libros.
Pero la FIL es una verdadera ciudad. Dicen sus organizadores que tuvo más de 700.000 visitantes, pero hay que descontar a los menores de edad, unos 300.000, diría yo.
Así y todo, algunos compran libros.
Como siempre en estas ferias, la amarga cara de los encargados de los diferentes puestos desmiente el éxito sensacional del evento: nueve horas bajo el chubasco de gritos y chillidos infantiles matan el entusiasmo de cualquier ente normal.
Pero hay aficionados a los libros: caminan como alma en pena tratando de evitar a las multitudes, se acercan tímidos a los libros y, desde detrás de sus lentes de buen lector, pillan uno que otro tomo que hay veces en que pueden abrirlo; en general, los libros se presentan abrigados por plástico transparente y es difícil averiguar su precio, dato importante para gente pobre como yo. 
En realidad, la ciudad no es muy grande. Como toda ciudad, es dominada por cuatro o cinco mafiosos que lo controlan todo: son los grandes editores mundiales que han estado comprando a las pequeñas editoras del mundo. Para disimular su tiranía sobre los gustos del lector, presentan cientos de sellos editoriales: sólo una, Harper’s, tiene más de medio centenar en  inglés y español. Muy pocos libros se presentan como Harper’s; la mayoría aparece bajo sellos distintos que los ignorantes creen independientes.
Pero tal dictadura no interesa a las masas incultas: después de todo, no vienen a ilustrarse sino a ver y dejarse mirar. Vienen y van por el zoco, cada quien en busca de la oportunidad sexual por la que vino.
Pero hay aficionados a los libros.
Para ellos, y a pesar de las masas que amenazan su humanidad generalmente ya madura, existe la oportunidad de ver títulos viejos y nuevos libros por acá y por allí. Uno aprende, por ejemplo, que las editoras mexicanas explotan como mina de plata el tesoro de libros cuyos derechos intelectuales caducaron hace un siglo o dos, los editan como libros ‘baratos’ y los presentan como clásicos; son los que se obliga a leer a los estudiantes de secundaria.
Digo ‘baratos’ porque los libros no son nunca baratos, aunque muchos se publican en México. Esta costumbre es la que hace un milagro muy agradable en Guadalajara: es una ciudad con muchas librerías maravillosas que venden libros caros, pero los tienen y los ofrecen. Visitar una de esas librerías es como retroceder cien años, a nuestra niñez feliz: tienen cientos si no miles de títulos y todos son nuevecitos. Si uno no compra nada, la pasa muy bien allí.
Después de tres días durante los que Pedro me abandonó porque encontró a una amiga de infancia y se fue a otro hotel, puedo decir que mis esfuerzos no fueron todos en vano: tengo ahora dos amigos en Chile, Italo y Roberto, que se interesaron en publicarme; tengo cuatro editores muy serios de Ciudad de México que me aseguraron que me publicarán. Conocí a un caballero de Colombia que me exigió el envío de mi “Evo” (160.000 palabras) como manuscrito en papel, lo que me demostró que es un fantasma de retorno del Medioevo. Cuando vi que representa una editorial ‘de izquierda’ casi me dio una pataleta. Tengo 46 ‘contactos’ adicionales que espero cultivar como si fueran rábanos. Y tengo el cuero tan duro que esta aventura en Guadalajara me dejó optimista y con varias ideas que divulgaré como mejor pueda.  
Otra gran ventaja de la FIL es el simple hecho de que los mejicanos son la mar de simpáticos. No encontré uno antipático durante mi visita de cinco días. También hay mujeres y mujercitas realmente bellas. Una ventaja de ser anciano es que uno puede piropearlas con las mejores intenciones sin recibir un derechazo letal.
Otra gran cosa es el Mercado de Abastos, a donde me fui cansado de los atropellos estudiantiles y me pasé un día entero comiendo fruta y carnes. Fui feliz.

Fuente: http://arturovonvacano.blogspot.com/


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