"Las utopias nunca mueren, son como los sueños, están permanentemente en la mente del Hombre"
Por: Leonardo Boff
Fuente: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=80603
No es verdad que
vivamos tiempos pos-utópicos. Aceptar esa afirmación es mostrar una
representación reduccionista del ser humano. Este no es solamente un dato que
está ahí cerrado, vivo y consciente, al lado de otros seres. También es un ser
virtual. Esconde dentro de sí virtualidades ilimitadas que pueden irrumpir y
concretarse. Es un ser de deseo, portador del principio esperanza (Bloch),
permanentemente insatisfecho y buscando siempre cosas nuevas. En el fondo es un
proyecto infinito, en busca de un oscuro objeto que le sea adecuado.
De ese trasfondo
virtual es de donde nacen los sueños, los pequeños y grandes proyectos y las
utopías mínimas y máximas. Sin ellas el ser humano no vería sentido a su vida y
todo sería gris. Una sociedad sin una utopía dejaría de ser sociedad, no
tendría un rumbo pues se hundiría en los pantanos de los intereses individuales
o corporativos. Lo que ha entrado en crisis no son las utopías, sino cierto
tipo de utopía, las utopías maximalistas venidas del pasado.
Los últimos siglos
han estado dominados por utopías maximalistas. La utopía iluminista que
universalizaría el imperio de la razón contra todos los tradicionalismos y
autoritarismos. La utopía industrialista de transformar las sociedades con
productos sacados de la naturaleza y de las invenciones técnicas. La utopía
capitalista de llevar progreso y riqueza a todo el mundo. La utopía socialista
de generar sociedades igualitarias y sin clases. Las utopías nacionalistas bajo
la forma de nazifascismo que, a partir de una nación poderosa, con "raza
pura”, rediseñaría la humanidad, imponiéndose a todo el mundo. Actualmente la
utopía de la salud total, gestando las condiciones higiénicas y medicinales,
que busca la inmortalidad biológica o la prolongación de la vida hasta la edad
de las células (cerca de 130 años). La utopía de un único mundo globalizado
bajo la égida de la economía de mercado y de la democracia liberal. La utopía
de los ambientalistas radicales que sueñan con una Tierra virgen y con el ser
humano totalmente integrado en ella, y otras.
Estas son las
utopías maximalistas. Proponían lo máximo. Muchas de ellas fueron impuestas con
violencia o generaron violencia contra sus opositores. Tenemos hoy suficiente
distancia en el tiempo para confirmar que estas utopías maximalistas frustraron
al ser humano. Entraron en crisis y perdieron su fascinación De ahí que
hablemos de tiempos pos-utópicos. Pero pos se refiere a este tipo de utopía
maximalista. Ellas dejaron un rastro de decepción y de depresión,
especialmente, la utopía de la revolución absoluta de los años 60-70 del siglo
pasado, como la cultura hippy y sus derivados.
Pero la utopía
permanece porque pertenece al espíritu humano. Hoy la búsqueda se orienta hacia
las utopías minimalistas, aquellas que, al decir de Paulo Freire, realizan lo
"posible viable”, hacen a la sociedad "menos malvada y menos difícil
el amor”. Se nota por todas partes la urgencia latente de utopías de simple
mejora del mundo. Todo lo que nos entra por las muchas ventanas de la
información nos lleva a sentir que el mundo no puede continuar así como está.
Cambiar, y si no se puede cambiar, por lo menos mejorar.
No puede continuar
la absurda acumulación de riqueza como jamás la hubo en la historia (85 más
ricos tienen ingresos equivalentes a los de 3.570 millones de personas, como
denunciaba la ONG Oxfam Intermón en enero de este año en Davos). Para ellos, el
sistema económico-financiero no está en crisis; al contrario, ofrece
oportunidades de acumulación como nunca antes en la historia devastadora del
capitalismo. Hay que poner un freno a la voracidad productivista que asalta los
bienes y servicios de la naturaleza con vistas a la acumulación y produce gases
de efecto invernadero que alimentan el calentamiento global, que si no se
detiene, puede producir un armagedón ecológico.
Las utopías
minimalistas, a decir verdad, son aquellas que vienen siendo implementadas por
el gobierno actual del PT y sus aliados con base popular: garantizar que el
pueblo coma dos o tres veces al día, pues el primer deber de un Estado es
garantizar la vida de sus ciudadanos. Esto no es asistencialismo sino
humanitarismo en grado cero. Son los proyectos "mi casa-mi vida”,
"luz para todos”, el aumento significativo del salario mínimo, el
"Prouni” que permite el acceso a los estudios superiores a estudiantes
socialmente menos favorecidos, los "puntos de cultura” y otros proyectos
populares que no cabe aquí enumerar.
A nivel de las
grandes mayorías son verdaderas utopías mínimas viables: recibir un salario que
cubra las necesidades de la familia, tener acceso a la salud, mandar los hijos
a la escuela, conseguir un transporte colectivo que nos les robe tanto tiempo
de vida, contar con servicios sanitarios básicos, disponer de lugares de ocio y
de cultura y una pensión digna para enfrentarse a los achaques de la vejez.
La consecución de
estas utopías minimalistas crea la base para utopías más altas: aspirar a que
los pueblos se abracen en la fraternidad, que no guerreen entre sí, que se unan
todos para preservar este pequeño y bello planeta Tierra, sin el cual ninguna
utopía maximalista o minimalista puede ser proyectada. El primer oficio del ser
humano es vivir libre de necesidades y gozando un poco del reino de la
libertad. Y al final poder decir: "valió la pena”.
[Leonardo Boff es
teólogo y escribió ‘Virtudes para otro mundo posible’, 3 vol., Sal Terrae 2005.
Traducción de Mª José Gavito Milano]