Autor: Iván Prado Sejas
¿Dios existe?
Es la pregunta que genera temor en aquellos que ven a la deidad como un ser omnipoderoso que tiene el poder de castigar a todo aquel que se le oponga. Y es la cuestión que genera incredulidad y sorna en aquellos que miran a la vida como la suma de moléculas "paradójicamente vivas", por estar juntas.
Por cierto, para responder si Dios existe o no, habrá que indagar quien es él.
Definiciones de Dios existen miles y quizá ninguna nos convence plenamente. Muchos, simplemente dudamos de los conceptos y tenemos nuestro propio concepto; otros, no hacemos preguntas y simplemente aceptamos la definición que nos da el párroco o el pastor.
Estando limitados a la función de nuestros “instintos”, la definición de Dios que posiblemente nos convenza más sea la definición antropomórfica, o sea, la de aquel ser, similar al ser humano, con apariencia de viejo que está sentado sobre una nube, vigilando a pecadores y no pecadores para premiarlos o castigarlos. Aquellos que somos más “emoción”, quizá, como Dios, nos convenza más la figura del hijo de Dios, clavado en una cruz, mostrándose más humano. Si somos más “mentales”, seguramente nos impactará la figura conocida del hijo de Dios, en un cuadro, observándonos con amor y sabiduría. Para otros, Dios seguramente será simplemente aquel ojo que todo lo ve. Finalmente, para aquellos que son teólogos, filósofos, monjes, investigadores, pensadores y otros, los conceptos de Dios serán simplemente aproximaciones a lo que él realmente es.
Y por cierto, la figura de Dios tiene otras variantes en el mundo de los budistas, hinduistas, mahometanos, judíos, etc. Entonces, podemos decir que cada quien ve a Dios con sus propios ojos, y lo define conforme a sus propios instintos, emociones, pensamientos e/o intuiciones personales. Así se podría decir que cada persona tiene su propio Dios. En estas circunstancias, y conforme la percepción individual, podríamos afirmar que cada quien tiene su Dios personal, a pesar de que esto suene a “caos universal”, en función de la idea que se tiene de la existencia de un único Dios.
En este entorno de sensaciones múltiples, y tomando en cuenta la percepción limitada del ser humano, Dios está ahí, ─independiente o interdependiente de la percepción personal o grupal─, en la vida de la persona, del grupo, de la sociedad y del planeta como un todo, puesto que Dios es la Vida Misma, y mientras haya vida en nuestro Universo, Dios está ahí, en la realidad circundante.
Si Dios es la Vida Misma, ¿la vida sólo se circunscribe a la Tierra? A partir de los últimos descubrimientos del Universo, a través de los telescopios espaciales como el Hubble, hoy en día pensar que sólo existe vida en la Tierra, es una "excesiva ignorancia". Una buena parte de los astrofísicos y astrónomos, consideran viable la existencia de vida en otros planetas. Hasta el mismo Vaticano, por intermedio de sus astrónomos, acepta la posibilidad de vida en otros astros. Entonces, Dios no solo está en la Tierra, sino que está en todo el Universo, y esto nos da la esperanza de que el flujo armónico de la vida, de Dios, nos toque en algún momento. Ese flujo armónico lo observamos en la naturaleza (p.e. flores, plantas, estructuras moleculares, células, etc.) y en aquellos seres humanos que dejan que la Vida emerja en y de ellos.
¿Si Dios es armonía, por qué una buena parte de los seres humanos tendemos a la desarmonía? Los efectos de está desarmonía humana se reflejan en problemas y trastornos psicológicos, en problemas y rupturas familiares, en problemas de equidad y justicia social, en desequilibrios hombre-naturaleza, y otras disfunciones de distinta índole.
Justificar la gran desarmonía que sufre hoy el hombre podría conducirnos a justificar el mal que hoy impera sobre el planeta Tierra. Esto nos llevaría a la decepción y a la desesperanza. Personalmente, no justifico la existencia de la desarmonía, sin embargo veo la existencia de la misma y su efecto nocivo en el comportamiento humano y sobre toda vida en la Tierra. Hay quienes señalan que el mal es necesario, y hay otros que simplemente niegan su existencia.
Filósofos y representantes de distintas religiones han enfatizado o enfatizan que la armonía está presente en la vida del ser humano. Hablando simbólicamente, el organismo sano es una muestra del funcionamiento armónico de la vida. Las enfermedades son fruto de la desarmonía. Un organismo sano es siempre armónico; por lo tanto el ser humano, en esencia, es armónico.
¿Cuándo surge la desarmonía en la vida del ser humano? ¿Por qué surge esa desarmonía? Para dar respuestas ciertas a esas preguntas tendríamos que remontarnos a miles y miles de años atrás, o quizá, mucho más. Como referencia, la historia de Prometeo es el relato que nos puede conducir a contestar, ─de forma simbólica─, a las preguntas mencionadas. Por otro lado, existen relatos antiguos que hacen parte de la historia oculta de la Tierra y que nos podrían ayudar a dilucidar el por qué de la desarmonía.
A la gente que vive el día a día no le interesa aclarar historias ocultas, ella vive la vida conforme ella se presenta. A aquellos que tenemos la inquietud de saber más y que tenemos el deseo de salir de la desarmonía, nos es indispensable llegar a comprender el por qué de la situación actual de la humanidad. Y por esto investigamos, estudiamos y sacamos conclusiones, y después intervenimos en la realidad (personal, familiar, social, ecológica, física, etc.), para que la misma sea, cada vez más, armónica. Y acá, la transformación es el quid de la cuestión. Cuanto más se transforma la realidad, más se va hacia la armonía; y la transformación es movimiento de energía “de aquí para allá, y de allá para acullá”. Los grandes revolucionarios fueron aquellos que posibilitaron o incentivaron la transformación de la persona y del mundo; aquellos que intentaron mantener a la humanidad en el atraso y en el statu quo fueron los tiranos, los autócratas, los dogmáticos y los de mente estrecha.
Hoy en día se habla de autorregulación organísmica y de homeostasis psicológica que conducen e involucran buscar y encontrar la armonía del ser. La autorregulación organísmica, de acuerdo a los teóricos gestaltistas, es un proceso interno que conduce a la persona a reconocer sus necesidades y llenar las mismas de forma espontanea, procurando el equilibrio homeostático. Cuando la persona llena sus necesidades, entonces se produce la homeostasis psicológica, o sea, la armonía del ser.
Nuestro planeta tiene todo para que el ser humano llene sus necesidades y por lo tanto, para que las personas vivan en un ambiente donde se estimule la armonía del ser. Se puede afirmar de forma simbólica o de manera real que “Dios ha proporcionado y facilita al ser humano un ambiente donde la armonía es el tono predominante”. Sin embargo, al hijo pródigo (el ser humano) se le ocurre generar desarmonía. Para algunos, tal vez esto pase porque la humanidad está en una fase infantil; el niño pequeño simplemente desordena todo, y los papás saben que su hijo es inmaduro. Para otros, la humanidad está en su fase de la adolescencia, donde los conflictos son comunes, y esto pasará en algún momento (Después de la adolescencia viene la adultez). Y para otros, existen personajes, lideres de estados o empresas, que se identifican de forma excesiva con el poder y/o la riqueza y provocan condiciones de desigualdad y separatividad entre los seres humanos provocando la desarmonía.
A partir de estas reflexiones, las personas o grupos tendríamos que ubicarnos en algún escalón, para ser sujetos indiferentes, individuos de cambio o personas que mantienen el “statu quo”. Si somos indiferentes, tendremos que asumir que de alguna manera somos cómplices para que la desarmonía se mantenga o se intensifique en nuestra sociedad. Si estamos a favor de la “cristalización” de la sociedad y de fomentar la desarmonía, debe estar claro que hemos optado por participar en el equipo que desea que la humanidad involucione. Si todavía nos queda la capacidad de tomar conciencia de la armonía de nuestro ser interno, de la armonía familiar, de la armonía entre los grupos y entre los pueblos, entonces, tomemos la bandera de la transformación para conducirnos más allá de los sistemas socioeconómicos imperantes, más allá de los dogmas religiosos y más allá de la vida superflua. Así la armonía se impondrá sobre la desarmonía.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Bailey A. (2005). Tratado sobre Fuego Cósmico. Argentina: Editorial Kier.
- Blavatsky H.P. (1982) La Doctrina Secreta (6 Tomos.). Buenos Aires: Editorial Kier
- Polster E. & Polster M. (1980). Terapia Guestáltica. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Prado I. (2006). Dinámica de Grupos y Percepción Continua. Cochabamba: CEGCO.
LAS AMAN ZONTKS
Las amazonas fueron míticas mujeres que conformaron sociedades matriarcales durante periodos prolongados en distintas partes del mundo. Hoy, "amazonas" son aquellas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y por una mejor sociedad.
jueves, 23 de febrero de 2012
¿EXISTE DIOS? La armonía o desarmonía en la vida humana
Publicado por Ivan Prado Sejas en 12:09
Etiquetas: Armonía interna, Autorregulación y armonía, Existencia de Dios, Psicología del Espiritu