LAS AMAN ZONTKS

Las amazonas fueron míticas mujeres que conformaron sociedades matriarcales durante periodos prolongados en distintas partes del mundo. Hoy, "amazonas" son aquellas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y por una mejor sociedad.

viernes, 23 de mayo de 2008

Historia y Arqueologia

La leyenda de las Amazonas de Cesar Ayala

Más una "historia"...

"La leyenda de las Amazonas nació, según nuestro entender, al aportar los españoles a aquel trecho del territorio peruano que denominaron «dominio de las Capullanas», el cual comprendió las que en nuestros días llamamos provincias de Piura, Sechura, Lambayeque y Trujillo.
La capullana, o, con más propiedad la «apu-illana» -voz en que apu tiene el valor de «juez», e illana el de «hija del trueno»-, fué la mujer juez, la mandona, la cacica de un territorio cuyo gobierno conservaba, por la época de la venida de los españoles, las modalidades de los antiguos matriarcados, propios de las sociedades en formación, en los que mandó la madre y, por extensión, la mujer, a diferencia de los patriarcados de épocas posteriores, en que mandó el padre, y, por extensión, el hombre.
La voz capullana, modificada según lugares, como capullina, caplina, illana, tallana, illapoma, yapoma y tallita, tuvo el valor específico de «hija del Trueno».
Fué ardid de las capullanas madres el llamar «hija del Trueno» a la hija designada para sucederles en el gobierno de la comunidad, en el sentido de haber sido engendrada por el Trueno, o buenamente por haber sido parida durante un día de recio tronar.
El dios Trueno ungía en aquella forma a la futura gobernadora, y la convertía en superior a los hombres que habían de ser gobernados por ella.
«En algunas provincias de los Yungas -escribe Las Casas en su obra Antiguas gentes del Perú-, que se llaman de las Capullanas, ciertas naciones tenían por costumbre que no heredasen varones, sino mujeres, y las señoras se llamaban Capullanas.»
Juan López de Velasco, en su Geografía y descripción universal de las Indias, refiriéndose a la provincia de Loja, al interior de Fumbes, refiere que «hay entre las naturales de esta comarca una provincia donde las mujeres, que llaman las Capullanas, son las señoras y tienen el gobierno de los hombres».
Léese en una Antigualla peruana, publicada por don Marcos Jiménez de la Espada: «Fué la gente de la costa que llaman Yungas gente muy débil; en la mayor parte de la costa nandaban mujeres, a quienes llamaban Illapomas, y en otras partes las llamaban Capullanas.»
«Eran éstas muy respetadas, aunque había curacas de mucho respeto.»
«Estos acudían a las chácaras y a otros oficios que se ofrecían, porque lo demás se remitía a las Capullanas o Illapomas.»
«Y esta costumbre guardaban en todos los llanos de la costa, como por ley; y estas mujeres eran mujeres de los curacas, que eran las mandonas.»
La vista de aquella sociedad, en la que la mujer disfrutaba de las prerrogativas que de ordinario corresponden al hombre, no pudo sino traer a la memoria de los españoles a las Amazonas de la mitología griega; noción que Francisco de Orellana había de elevar a potencia de folklore, al hallar vigente en la cuenca amazónica la institución de las mujeres mandonas, y al lado de éstas a los garañones -o ¿marañones?-, zánganos que fueron de la colmena de la que fué reina la mujer.
Según don Jenaro Herrera, en sus Leyendas y tradiciones de Loreto, las Amazonas que conoció Francisco de Orellana, el descubridor del río de ese nombre, fueron conocidas en la región amazónica con el nombre de Icamiavas, nombre en que la raíz iqui de la lengua aimara, equivalente de dormir, parece denotar a la mujer que tuvo la facultad de dormir con el marido que le vino en gana, sin estar sujeta al imperio de un consorte determinado.
El marido de la Icamiava de los tiempos de Francisco de Orellana fué conocido con el nombre de aguaruna o ahuaruna.
Ahua es telar en la lengua quechua, y runa es hombre; en resumen: hombre consagrado a la tarea mujeril del tejer.
«El templo que las Icamiavas tuvieron para practicar, al cabo de cada año -escribe don Jenaro Herrea, ya citado-, sus expiaciones y demás prácticas religiosas, fué el hermoso lago de Yasiguara, o Espejo de la Luna.»
«Aquel fué el tiempo prescrito para recibir en forma marital a los hombres de las comunidades vecinas.»
«Fué aquél una suerte de noviazgo de las Sabinas.»
«Vencido el plazo de aquella fiesta de la concupiscencia, que debió ser más pasionalmente intensa que las bacanales griegas y priapeyas romanas, los hombres eran obligados, so pena de muerte, a regresar a sus lares», después -agregaremos nosotros- de llenar aquellas funciones ardorosamente amatorias que les valieron el nombre de garañones, o si se quiere de marañones, nombre que, en boca de los españoles que se enteraron de aquellas antiguas costumbres, acabó por transmitirse al río a cuyas orillas tuvieron su morada y su reino las Icamiavas famosas.
Cabe pensar desde luego que las Icamiavas o Amazonas que Francisco de Orellana y Lope de Aguirre elevaron a potencia de folklore, fueron una sola y única cosa con las Capullanas o Illapomas que Andagoya y Pizarro trataron en tierras Yungas, a este lado de la Cordillera de los Andes.
Fuente: Las leyendas geográficas del Perú de los Incas autor Rómulo Cúneo-Vidal (del Instituto Histórico del Perú y Correspondientede la Real Academia de la Historia), edición digital a partir de Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 87 (1925), pp. 309-316.

Publicado por César L. Ayala D.

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